Han pasado meses de levantadas casi a la madrugada, infernales filas bajo la lluvia, el frío polar y hasta la nieve. Garabatos pensados, dichos, gritados, recibidos. He empujado, me han golpeado, he transpirado en el metro hasta casi “perder la bañada”.
Ayer, enfurecido un señor me rompió mi mochila.
Al llegar a casa, lleno de rabia rompí en mil pedazos mi tarjeta BIP y la tiré lejos.
Mi mamá escucha acongojada el primer diagnóstico del sicólogo: “sufre un trauma bip-polar”.
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